El miedo a la muerte
La más fatigosa y repulsiva vida mundana que la edad, los achaques, la penuria y la prisión pueden imponer a la naturaleza, es un paraíso comparado con el temor que nos inspira la muerte. (Medida por medida, W. Shakespeare)
El miedo a la muerte es probablemente, el más generalizado de los que puede tener el ser humano ya que todos hemos de pasar por ella. La muerte es condición inherente a la vida. Sin ella desaparecerían muchos de los esquemas de comportamiento del ser humano: instinto de conservación, sentido del aprovechamiento del tiempo, transitoriedad de la existencia… Provoca una serie de reflexiones y emociones y es fuente de recuerdos y sentimientos que, a veces, ponen en marcha situaciones personales de crisis. Quien ha tenido una aproximación a la muerte, una vez superado el peligro, normalmente presenta un mayor apego y sentimiento de amor a la vida y una mayor capacidad de relativización de las cosas.
¿Por qué tenemos miedo a la muerte?
Todo lo desconocido produce temor, si además es inevitable y sin retorno, es lógico que produzca miedo. Con el miedo a la muerte se vinculan los miedos a la enfermedad, al sufrimiento, a la vejez… y la incertidumbre de no saber dónde, ni cuándo, ni cómo, puede afectar de forma grave la alegría de vivir. Lo que genera el temor no es la muerte en sí, sino el acto de hablar y de pensar en ella, y eso puede evitarse. Cuanta más razón tenemos para prestar atención a la vida menos tendríamos para ocuparnos de la muerte.
El miedo tiene una función adaptativa. Previene de la posibilidad de sucumbir ante situaciones, objetivos o personas, pero se convierte en problemático cuando interfiriere significativamente en el estilo de vida de la persona y hace que se encuentre mal consigo misma evitando o huyendo ante estímulos razonables. Para poder superarlo lo más importante es reconocerlo, entender qué es lo que lo produce (cómo pienso, qué hago, cómo siento) y valorar la posibilidad de modificar la conducta, buscando ayuda profesional si fuera preciso, para controlar los síntomas y modificar ideaciones irracionales.
A todo el mundo le resulta difícil aceptar el hecho de que no puede vivir eternamente, pero lo que es realmente temible es que el miedo a la muerte ponga un fin prematuro a la alegría de vivir.
Miguel Ángel Cueto.
Director de CEPTECO (León).